Últimamente veo bebés manejando móviles («tan chiquitito y cómo lo controla!»). Veo niños en restaurantes paralizados con sus tablets. Veo grupos de amigos sentados en un banco, cada uno absorto en su pequeña pantalla.
También veo niños que se aburren. Niños incapaces de inventarse un juego. Niños con dificultades para relacionarse con sus iguales. Niños muy inquietos y exigentes, que no pueden disfrutar de las pequeñas cosas.
Y creo firmemente que lo segundo es consecuencia de lo primero.
Me planto.

Pensemos: ¿por qué hay en las estanterías de las tiendas muñecas que hablan idiomas, libros parlantes o tablets para bebés? ¿Creéis que un grupo de expertos en la infancia (pedagogos, psicólogos) han visto la necesidad de crear estos juguetes porque ayudan en el desarrollo infantil ?
Dinero. Sociedad de consumo. No nos engañemos. Las grandes multinacionales han descubierto un filón en el mundo de la infancia. Han generado el cuanto antes, mejor. Han inventado toda clase de artefactos que atraen enormemente su atención, y la etiqueta de «juguete educativo» que tanto detesto. Y, por supuesto, han ampliado enormemente sus beneficios.
Cuanto más cosas hace el juguete, menos hace la mente del niño.
Y nosotros, los adultos, buscamos excusas para seguir poniendo en sus pequeñas manos estos dispositivos que nunca debieron existir. «Es para que aprenda los números. Se lo han regalado los abuelos. Es la única manera de que coma. Sólo se lo dejo para que nos deje comer tranquilos. No veas cómo se pone si se lo quito. Todos sus amigos lo tienen.»
He leído y escuchado algo sobre este tema. Os recomiendo a Catherine L’Ecuyer (Educar en el asombro o Educar en la realidad Libros) o el documental Imagine Elephants (lo tenéis en Youtube).
Los niños aprenden y desarrollan sus capacidades jugando. Y el juego no tiene nada que ver con esos juguetes que venden en los supermercados.
El juego es inteligencia; es crear, es descubrir nuevas posibilidades, llegar a acuerdos con el otro, es construir (y también destruir), es ir conociendo sus capacidades y limitaciones, descubrir el funcionamiento de las cosas y de las personas, conocer el complejo mundo que les rodea.
Es algo muy serio. No lo banalicemos.

Las pantallas ofrecen un entretenimiento externo, ajeno a ellos, y absorbe toda su atención. Distorsionan su visión de la realidad, sobre – estimulando sus sentidos. Demasiados sonidos, colores, tamaños, velocidad… para mentes que aún no han desarrollado esos conceptos. Han de aprenderlos en la naturaleza, con sus amigos y familia, comunicándose, y no en soledad y sentados frente a un dispositivo parlante.
Además, son altamente adictivas. Una vez lo hayan probado lo pedirán una y otra vez, mostrándose ansiosos e irritables.
Dejarán de asombrarse con las babas de un caracol, o las hojas que mueve el viento, les parecerá demasiado lento.
Claro que prefieren coger la tablet a salir al parque. Los adultos también nos quedamos colgados del móvil y sentimos pereza de salir a correr.

Nosotros en viajes y restaurantes optamos por juegos de mesa, juegos de palabras, conversaciones, cuentos, lectura… Es más cansado, pero a la larga compensa.

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