Esta etapa no supone ninguna dificultad para nuestras piernas, y tampoco ofrece mayor interés turístico o paisajístico.
A la altura de Altenworth pasarse a la orilla sur es la única opción para las bicis, así que nosotros decidimos cruzar al sur desde Krems, pues parece que hay alguna población más en ese tramo que en el lado norte.

Por la mañana organizamos nuestro ya acostumbrado buffet con compras de supermercado. Recogemos el tenderete (aprovechamos los apartamentos para poner lavadoras), preparamos las bicis y abandonamos la ciudad.
Pedaleamos junto al río y vamos dejando de lado los cruces a los pueblos. La única duda que nos surge es si visitar o no Traismauer, desviandonos unos 3-4 kms, pero finalmente lo desechamos. Tenemos planes para Tulln y no queremos llegar muy tarde.
Únicamente paramos para firmar algún Geocaching y tomar un refresco, y para las 14h estamos en Tulln. Este día tenemos planes secretos para Amets (no solemos contárselos por si luego fallan y para que nos deje disfrutar de las etapas, pues si sabe que hay algo de niños hasta que no estamos allí... en fin, ya sabéis cómo va).
Tulln tiene una especie de parque acuático natural con algún tobogán e hinchables. Nos cuesta dar con él, porque la guía marca waterpark en The Garden Tulln , pero cuando llegamos a ese lugar nos damos cuenta de que no es. Éste lugar es como un jardín botánico con algún mirador, opción de alquilar kayak... también tiene buena pinta, pero no te puedes bañar.
Cruzamos la ciudad junto al río y finalmente encontramos lo que buscábamos. Está situado en Donaupark Camping Tulln. Pagamos unos 20 euros los 4 y buscamos un sitio para nuestras toallas. El lugar está abarrotada, pues hace calor y es fin de semana, pero el peque disfruta de lo lindo en los toboganes y plataformas hinchables.

Tras pasar 2-3 horas en este lugar, buscamos nuestro hotel, bastante alejado del centro. No es muy buena opción como base para ver la ciudad si no llevas coche. Es el primer lugar en todo el viaje donde tenemos que andar con las bicis entre coches. Tras la ducha, salimos en busca de cena, otra vez con las bicis por carretera y a oscuras. Las atamos en una plaza y cenamos en un restaurante griego junto al río. Hay un gran escenario, y nos acercamos a preguntar por el concierto, pero los precios son desorbitados. Conseguimos escuchar algunas canciones desde la terraza del restaurante.
La ciudad es apacible, al igual que todas las localidades austríacas. Para los amantes de la pintura, Tulln es la ciudad natal de Egon Schiele, y hay un museo con parte de su obra.
Nos acostamos con la ilusión y a la vez pena, mañana última etapa.



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