Acabamos de volver de viaje, y este año he reflexionado mucho sobre cómo los niños y niñas adquieren una segunda y tercera lengua.
El tema realmente me interesa, por necesidad:
- Vivo en una comunidad donde cohabitan dos lenguas (de manera oficial, extraoficialmente qué os voy a contar).
- Soy maestra, y he de conseguir que mis alumnos sean, al menos, bilingües.
- Soy madre y he decidido comunicarme con mi hijo en la lengua minoritaria, que no es mi lengua materna.
- Yo misma intento ser trilingüe, y la lucha que mi cerebro ha de hacer cuando me expreso me da mucho que pensar.
Veo cómo la educación formal y también extraescolar opta por la introducción cada vez más temprana de una segunda, tercera (y a menudo cuarta) lengua. Se habla de la plasticidad del cerebro y de métodos lúdicos. Pero a veces, creo, se piensa poco en el niño, en cómo piensa y aprende, y en qué necesita en cada etapa de su vida.
Un niño necesita jugar, y también comunicarse. Sobre el juego tengo mucho que decir, pero eso en otro momento. Sobre la comunicación, ¿qué es comunicarse? El niño, hasta los 6 – 8 años, pasa por varias etapas cognitivas, me remito a Piaget. Serán años de mucha exploración corporal, de comprender todo lo que les rodea y conocerse a sí mismos, de preguntar, interpretar, probar… Su pensamiento, no lo olvidemos nunca, aún no entiende de lógica. Es una etapa donde su egocentrismo no les deja ver las cosas desvinculadas de sus emociones y pensamientos.
Un ejemplo, las excursiones de la escuela. Preparamos una visita al museo, un taller… y muchos de ellos sólo viven por y para el momento de montarse en el autobús o comerse el bocadillo que les han preparado en casa. ¿Por qué? En ese momento lo que les preocupa es estar lejos de su casa, romper su rutina, su miedo a no volver a ver a su mamá… Todo lo demás es del adulto (los contenidos, actividades…). El niño bastante tiene con gestionar esos cambios, y ése será el verdadero aprendizaje de ese día.

En los primeros meses los niños se comunican y aprenden a comunicarse imitando nuestros gestos, miradas, se comunican también con sus actos, su tono… repiten y repiten en diferentes contextos.
El idioma que usan es lo de menos, pues ellos no son conscientes del panorama lingüístico de su entorno, ni falta que les hace. El que más utilizarán los primeros años será, simplemente, el que más fácil les resulte utilizar, y esto está unido, creo, al input que hayan recibido y a su necesidad vital de comunicarse. Es una cuestión de horas: horas viendo la tele, escuchando a sus amigos, madres, padres, maestros… Echa cuentas. Yo misma hablo a mi peque en la segunda lengua de nuestra comunidad, y también sus maestros. Pero hasta hace poco siempre me ha respondido en la lengua que más se escucha en la calle, a veces muy a mi pesar.
Es ahora, que tiene 8 años, y que empieza a utilizar su pensamiento lógico recién estrenado, cuando puede hacer el «esfuerzo» de responderme en euskera de manera voluntaria. Ahora ya sabe que hay diferentes lenguas, qué lengua usa cada persona y por qué, cuál es más conveniente o práctico utilizar en cada momento. Ahora también, ya tiene la fluidez suficiente para comunicarse sin que esto le suponga un esfuerzo.
Hay que saber esperar, no forzar procesos.
En nuestros viajes se está dando cuenta de lo grande que es el mundo y la de lenguas que cohabitan. Está empezando a entender que el inglés es muy útil cuando estamos fuera. Pero ha sido este año, con sus 8 años y medio, y no antes.

Nos ha preguntado sobre los idiomas, cómo se dice esto, qué idiomas hablan estos niños en su casa, en la escuela, cuántos idiomas conocemos cada uno. Y, por primera vez, he visto cómo aprendía inglés: se ha atrevido a preguntar dónde está el baño, a pedir la cuenta, la llave de la habitación… Según veía que le comprendían, más se ha animado. Incluso ha hecho los pedidos en los restaurantes. ¿No es genial?
Hemos reflexionado sobre qué es lo que le suelen preguntar siempre. Hemos llegado a la conclusión de que normalmente a un niño le preguntan: cómo se llama, de dónde es, cuántos años tiene y qué tal está. Hemos practicado el where are you from, what’s your name, how old are you y how are you. Orgulloso, me decía: me ha preguntado mi nombre y de dónde soy. Otras veces no entendía, y hemos practicado el I don’t understand, también muy útil.

Pero lo más importante es ser conscientes del cambio que ha dado su cerebro. Hasta ahora el inglés le era algo muy ajeno, aunque en la escuela ya lo estaba aprendiendo. Y ahora es para él un reto, y un reto muy interesante, pues cuanto más va comprendiendo y atreviéndose, va creciendo en autonomía. Ya no le he tenido que acompañar al baño o a comprarse un helado (how much is it?), lo ha hecho él sólo.
Aprender números, colores, canciones, poesías… a edades muy tempranas puede ser divertido, o complementario; pero no es, pienso, aprender un idioma. Suelen ser aprendizajes memorísticos y descontextualizados. Yo misma soy consciente del significado de algunas canciones que repetía de pequeña 30 años después de haberlas memorizado. Las he repetido durante años sin comprender lo que decía.
Pecamos, en esta sociedad de consumo y prisas, de acelerar procesos, saltarnos etapas, hiperestimular los sentidos, saturar las jornadas con actividades dirigidas…
Calma, cada cosa a su tiempo.
Por hoy es suficiente, tengo mucho para reflexionar, y el tema es complejo.
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