Fukui fue nuestro siguiente destino porque ahí nos esperaba otra familia de couchsurfing, los Kato. Dos trenes (Hiroshima-Osaka, 1,30″ y Osaka-Fukui 1,45″) nos acercaron a esta ciudad, de la que no vimos gran cosa.
La casa resultó no ser de nuestro agrado, aunque los anfitriones fueron amables. Por lo tanto, al día siguiente cogimos nuestras maletas y adelantamos una noche de hotel en Kanazawa.
Por la mañana cogimos un tren a Awaraonsen para acercarnos a los acantilados de Tojinbo.
Teníamos el empeño de bañarnos en el mar japonés, pero una vez más fue mala idea. Japón, definitivamente, no es un sitio para ir de playa. Los japoneses no son de tomar el sol ni de asumir riesgos. Cada vez que preguntamos por una playa nos mandaban a un sitio acotado con piedras, redes… La gente, se baña tapada hasta las cejas y con varios elementos que asegure su flotabilidad: manguitos, barcas… Nosotros en bañador nos sentíamos como bichos raros.
¡En Awaraonsen hay un baño público para los pies, si pasas por ahí no dejes de visitarlo!
Por la tarde nos dirigimos a Kanazawa, donde íbamos a pasar las siguientes 3 noches. El hotel Mystays Kanazawa Castle reservado por booking fue todo un regalo de limpieza y confort. Cerca de la estación de tren, limpio y con muchas facilidades (onsen, lavadoras…).
Los días que pasamos en esta ciudad no tuvimos suerte con el tiempo, pero nos vimos bien para bajar un poco el ritmo y relajarnos. También aprovechamos para poner lavadoras.
Kanazawa tiene mucho que ver: el barrio de las geishas, el castillo, los jardines Kerokuen, varios museos, el templo Ninja-dera…
Al final decidimos no acercarnos a Shirakawago. Al preguntar en información vimos que era mucho tiempo en bus y muy caro, y preferimos disfrutar de la ciudad y prepararnos para Tokio, pues nos esperaban días muy ajetreados.
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