Esta parte del viaje no la teníamos muy clara, pues lo veíamos muy lejos en el mapa, pero fue todo un acierto. El día que pasamos en Miyajima es uno de los que mejor recuerdo guardamos.
Llegar a Hiroshima desde Kyoto cuesta en torno a 2 horas. Nos alojamos en un céntrico hotel reservado en Booking a un precio muy barato (los hoteles en esta ciudad son muy baratos). Hay un autobús incluido en el JR, el Hiroshima Sightseeing Loop Bus, que te acerca a todos los sitios más turísticos de la ciudad.
Llegamos por la tarde, y nos acercamos al hotel en el Loop Bus. El Hiroshima Kokusai Hotel reservado por booking era más o menos lo que esperábamos: céntrico, limpio y a buen precio. Pero la habitación triple era una doble con la tercera cama metida a presión, no podíamos andar ni abrir la nevera.
Por la noche fuimos a cenar okonomiyaki al Okonomi – mura, experiencia peculiar donde las haya. Es un edificio en el que en cada planta hay varios negocios de okonomiyaki, donde la gente se siente en taburetes alrededor de una plancha donde cocinan en directo. El ambiente era un poco cutre, pero estaba rico.
A la mañana siguiente cogimos el ferry a Miyajima, también incluído el en JR, y embarcamos en la multitudinaria isla. Lo primero de todo, queríamos darnos un baño, y nos explicaron dónde podíamos hacerlo. Como buenos vascos que nos recorremos kms andando y nos subimos a todo monte que nos pongan delante, nos pegamos una buena caminata hasta una cutre zona de baño desierta, el Tsutsumigaura Nature Park.
La vuelta la hicimos en autobús de línea, y nos adentramos otra vez en la masa de turistas para ver la gran torii, a esas horas inundada.
Decidir cómo subir al monte Misen fue difícil decisión. El teleférico eran como 10 euros por persona y viaje, o sea que se nos ponía en 60 euros los tres ida y vuelta. Hacerlo todo andando era demasiado, teniendo en cuenta el calor que hacía.
Al final, decidimos subir en teleférico y bajar andando.
Donde termina el teleférico, punto rojo en el mapa, aún te queda un trecho cuesta arriba bajo un sol abrasador hasta el observatorio.
No fuimos muy precavidos y anduvimos cortos de agua, pues lejos del teleférico ya no se puede comprar nada. La vuelta andando fue dura, por el calor y la sugestión ante los carteles que anunciaban que había serpientes mortíferas. Pero el paisaje y los pequeños templos y altares que te ibas encontrando, además del hecho de estar casi solos fueron la recompensa.


Tras comernos un helado que nos supo a gloria, nos volvimos a pasear por la gran puerta roja, a estas horas ya accesible a pie. Un paisaje sobrecogedor, aunque demasiado poblado para nuestro gusto.
Tocaba coger el ferry de vuelta a Hiroshima.
A la mañana siguiente vimos la zona del Memorial de la Paz, un lugar que rezuma historia, muy sobrecogedor. Merece la pena visitar el museo para entender lo que pasó allí.
Tocaba coger el tren hacia nuestro siguiente destino: Fukui.
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